“Magic Magic”, no es la película que un adolescente elegiría para que su pareja lo abrace ante cada sobresalto en medio de un cine oscuro. Tampoco sería la película que un grupo de amigos seleccionaría para pasar la noche de un viernes en la que no tienen nada mejor que hacer más que desafiar al miedo. Mucho menos sería la película que forme parte de un ciclo de terror clásico, por ahora.
Ocurre que tal vez “Magic Magic”, no sea una película de terror convencional.
Silva es un gran director. Los primeros minutos de su largometraje son un festival de planos, dignos de una mirada documental. La fotografía es espectacular, y ni que hablar del sonido. Hay unos loros que cantan durante toda la película que parece que están ahí nomás o dentro de la cabeza de la protagonista.
Pero lo que no cuadra con el esteriotipo del género del terror es que el relato no tiene un quiebre brusco, una aceleración. Hasta los 60 minutos no pasa nada que no sea más que la redundancia de una joven que se va volviendo cada vez más loca. Y el final, bueno, el final es algo que disgustará a más de uno porque es demasiado abierto o metafórico.
La historia es la siguiente. Una joven estadounidense llamada Alicia, interpretada por Juno Temple, viaja a Chile para encontrarse con un su prima llamada Sara, intepretada por Emily Browning. Tienen programado pasar varios días en una estancia del sur del país a la orilla de un bello lago. Los compañeros serán Agustín, interpretado por Agustín Silva, el novio de Sara, la hermana de este, Bárbara, interpretada por Catalina Moreno; y Brink, el amigo insoportable de Agustín, intepretado por Michael Cera.
Sara no puede completar el viaje por un compromiso en Santiago, y Alicia se queda sola en una atmósfera que comienza a percibir como siniestra. Con el paso del tiempo, Alicia empieza a perder el lazo con la realidad lo que la hace caer literalmente en el fondo de todo.
Los actores son buenos, y representan a personajes que parecen tener muchos menos años que ellos mismos. Se destaca Temple, por su papel de loca, y Cera, porque quiere romper con el estereotipo que le impuso Hollywood.
Obviamente, la de Temple es superior al resto de las intepretaciones por lo que le exigió actoral y físicamente. Es la única que se queda semidesnuda más de una vez a lo largo del relato.
Historia de mujeres que se van volviendo locas en la pantalla ha habido muchas. Un ejemplo es “Imágenes” de Robert Altman, considerada la única historia de terror de toda su carrera. Allí Susannah York intepretaba a una esquizofrénica que termina cometiendo un crimen, en la búsqueda de una solución para su dualidad. Recientemente estuvo “El cisne negro”.
En el caso de “Magic Magic”, hay momentos al estilo de “El cisne negro”. Por ejemplo, Alicia se sienta en una sala a leer un libro, y siente que Bárbara la vigila. La forma difusa de la mujer parecen darle la razón a la protagonista,pero la puesta en foco da cuenta de que ocurre lo contrario. Sin embargo, falta la total dislocación de la realidad que se representó en la cinta de Darren Aronofsky, en forma de sube y baja emocional, que realmente causaba un desconcertante terror.
En “Magic Magic” el pasaje de la cordura a la locura es tan paulatino, que se vuelve aburrido.
Por allí hay alguna conceptualización bastante lograda. En un momento Alicia, sonámbula o no, va hasta la habitación de Brink, quien a lo largo de la cinta la provoca sexualmente, y lo encuentra dormido. Primero le apunta con un rifle como si fuera a matarlo, pero luego decide despertarlo y pasajarle la vagina por la cara. El muchacho no hace nada y queda asustado. Es una suerte de muerte dialéctica, antes que una decapitación típica de Jason en Viernes 13.
También está la metáfora de la incomprensión. Hay dos idiomas en pugna del sentido, el castellano y el inglés. Y tres culturas. La yankee, la criolla y la mapuche. Cordura y locura. Normalidad y rareza (un perro corre a una oveja que se ha alejado, por ejemplo). El mito se confronta con la psicología. Por momentos, no hay señal de celular para comunicarse afuera de la isla. Se conforma una suerte de diálogo fracturado entre las partes, en el que nada queda claro. Sobre esta base, el final se entiende, porque toda esta contradicción queda sobre la barca que intenta cruzar el lago en medio de la oscuridad.
Perder la razón es perder la referencia de la realidad en la que se cree vivir. En verdad, eso es terrorífico, pero en una película, hay que buscar la manera de que el punto de vista se comparta con el público.
Extras
La realización de Magic, Magic
Un típico documental de la filmación de una película. Los actores reconocen que Silva les dio cierta libertad para agregar características a los personajes. Una de las grandes revelaciones que se hace es que Brink es un homosexual reprimido que tiene sentimientos para con Agustín pero que no puede darlos a conocer.
Por otro lado, Cera cuenta como se tuvo que quedar a vivir con la familia de Silva en Chile hasta que este consiguió el financiamiento para la película. Sabido es que hasta que esto ocurrió, ambos filmaron otra película, sobre un grupo de norteamericanos que llegan al país del Conosur para buscar una determinada droga.
Además, se muestra que la erección de Agustín no es natural, sino simulada a través de un enorme pene de goma o consolador o dildo (como más guste llamarlo).
Por último, se presenta al responsable de la fotografía, Christopher Doyle, que es todo un personaje.
Para finalizar, la reflexión del propio Silva, sobre el sentido de su película: “Mi mayor inspiración es ¿Qué es realmente aterrador? Quería hacer un film de terror y pensaba: ¿Qué es realmente aterrador? Y creo que perder la cordura es lo más aterrador que puede haber”.
Idiomas
Español, inglés y francés
Escenas
16 escenas divididas en 4 pantallas
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